Las circunstancias que nos rodean son una lectura de lo que llevamos dentro. El exterior es un reflejo de lo interior. Las fuerzas vibrantes internas generan las realidades que convierten nuestra vida en más o menos exitosa. Las apariencias son un espejo de lo que percibo como real de mi mundo. De chico recuerdo que lo que yo percibía eran más que nada ataques, pero claro, el miedo estaba siempre presente en todo lo que hacía, así que era fácil sentirse atacado en un mundo de inseguridad. Hoy ya adulto y como padre puedo entender un poco más la necesidad que tiene la vida a veces de empujarnos a hacer cosas Con la madurez y experiencia puedo darme cuenta de que es sumamente necesario decidir donde uno se va a parar para evaluar la situación.
La victimización es lo más fácil, y sentirse atacado por la vida es la visión por excelencia, pero las circunstancias o presiones pueden ser un gran aliado para animarnos o encaminarnos hacia el lugar que perfectamente debemos ocupar. Lo aparentemente malo es sólo eso, apariencias. El camino siempre serpentea entre lo que se decide conscientemente y lo que el alma ya planificó. Lo que nos toca vivir como “malo” pueden ser coletazos o “daños colaterales” de la mala inversión de la energía que se nos regala y no necesariamente nuestro destino. Elevar la vibración y vivir en el conocimiento nos hará más libres y tolerantes a la hora de juzgar nuestra vida si no es la que imaginamos pues nos dará las herramientas para sobrellevar sin angustia las circunstancias de carencia que vivamos. No todo es tan fácil de percibir a primera vista. La mayoría de las cosas que nos pasan y que interpretamos como "malas" tienen un porque. Es difícil saber en un mundo de apariencias, que hay detrás de cada una, pero viviendo en conocimiento estaremos tranquilos de que todo lo que nos suceda estará alineado con la perfección incluso las situaciones de pérdida. Confiemos en que todo tiene su lugar perfecto, su momento perfecto y su ciclo perfecto.
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